13 June 2006

Noa's concert in Madrid (Spain)





Noa, trapecista de la voz Música.
La cantante israelí, acompañada por un cuarteto de cuerda, desplegó anoche en el Albéniz su exuberante repertorio de tonos y movimientos para emocionar al público JESUS MIGUEL MARCOS
Ha cantado en el Carnegie Hall neoyorquino, en el Olympia parisino, el Barbican londinense, el Palau de la Música barcelonés... Los grandes auditorios le han abierto las puertas a la israelí Noa. Y ayer, el turno fue para este Teatro Albéniz en trance de vida o de muerte. Allí Noa ofreció un recital donde brilló, por encima de todo, su voz galáctica y una ejecución musical casi perfecta por parte de su grupo de acompañamiento. Noa es la artista israelí de mayor reconocimiento internacional. Fruto de ese éxito han sido sus cuatro actuaciones en el Vaticano ante el papa Juan Pablo II: en 1994 cantó el Ave María, en 2000 compartió escenario con Lou Reed y Alanis Morissette ante más de medio millón de estudiantes y en dos ocasiones más participó en el tradicional concierto de Navidad. Su presentación en el Albéniz se enmarcó en el ciclo Madrid Encanto, que viene celebrándose en las últimas semanas y que ha contado con la participación de artistas como Rosario, Chavela Vargas, Susana Rinaldi o Eleftheria Arvanitaki. En esta ocasión, a sus dos instrumentistas habituales -Gil Dor (guitarra y voz) y Zohar Fresco (percusiones)- se sumó el Solis String Quartet, un célebre cuarteto de cuerdas napolitano. Se mezclaron así diferentes sonidos mediterráneos, teniendo en cuenta que a lo italiano y a lo israelí hay que sumar las esencias musicales de Yemen, país donde tiene sus raíces la cantante. Venía Noa desde Navarra, donde actúo dos noches consecutivas en la localidad de Javier. Lejos quedan estas exitosas galas por Europa de sus inicios, cuando a los 17 años cantaba para los soldados del ejército israelí, donde cumplió dos años de prestación obligatoria. La artista se hizo esperar. Abrieron el concierto sus músicos con dos temas instrumentales, uno de ellos del guitarrista Pat Metheny, descubridor de Noa al público internacional. Ya sobre el escenario, luciendo un delicado vestido negro, Noa presentó el primer tema, titulado Homemada religion: «La nuestra es la religión de la vida: la de la amabilidad, el amor, el cuidado...», dijo en inglés, tras confesar que «mi español cada vez va peor». Su voz, en cambio, cada vez sonaba mejor. Un portento de garganta, un auténtico chorro de sonido almidonado el que surge del menudo cuerpo de la israelí. Su expresividad en escena no se reduce a la voz, sino que todo su cuerpo comunica sensaciones por medio del baile, de los movimientos de brazos o el meneo de caderas. O en los gestos, como esa sonrisa de niña pequeña que acaba de hacer una travesura con la que dijo «gracias» en Eyes in the sky. La música de Noa no sólo bebe de la tradición mediterránea. Sus canciones también muestran el reflejo de cantantes anglosajones de la talla de Joni Mitchell, Leonard Cohen o Paul Simon. De ahí su gusto por las colaboraciones con artistas como Santana, Stevie Wonder, Sheryl Crow o el mismo Donovan, auténtico mito de la canción folk británica en los años 60. Su repertorio, por tanto, tiene mucho de música pop. Muchas de las canciones que interpretó anoche encajarían como un guante en la voz de, por ejemplo, Celine Dion. Sin ir más lejos, dos temas nuevos, baladas que cuando se publiquen treparán como ardillas hambrientas a la copa de las listas de éxitos. Noa lleva cinco años sin grabar disco -«en cambio, he estado haciendo dos niños», se disculpó entre las risas del público-, por lo que estas canciones cayeron como un maná sobre los oídos de sus seguidores; o sobre sus corazones: «Las canciones tardan tanto en salir porque vienen del corazón», dijo la cantante, que se atrevió a mitad de concierto con un potente solo de timbales. Tanta perfección técnica y tanta calidez sonora quizá peca, si de algo peca, de excesiva amabilidad y complacencia. Se echó de menos un poco más de drama, porque sus luminosas canciones brillarían más si se presentaran ante el público atravesando la oscuridad. Ella, un torbellino en escena, terminó presentando a los técnicos de luces y sonido cantando. Y para finalizar la fiesta, baile verbenero con una versión del grupo Police. Un tanto incomprensible, pero... popular. El ciclo Madrid Encanto finaliza esta semana con las actuaciones del belga Wim Mertens (jueves 15) y del argentino Alberto Cortez (sábado 17), también en el Teatro Albéniz

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