La comunión de los ritmos, de los olores, de los sabores... La cantante Noa brinda un concierto sin fronteras, puro Mediterráneo, que encandiló al público del Gran Teatro Falla
© por TAITE CORTÉS Diario de Cádiz, 8-5-05:
Cádiz. La música de Noa tiene la riqueza de quien tiene claro que lo realmente bueno es sumar, nunca restar. La música de Noa tiene el cosmopolitismo de quien no concibe términos como fronteras o límites, ni en su creación ni en su vida. La música de Noa tiene los infinitos matices de quien bebe de todas las influencias, de todas las culturas, de todas las corrientes. Por eso, el concierto del sábado fue un viaje soñado por países, por épocas, por ritmos, de la mano de la increíble voz de Noa, de la sabia guitarra de Gil Dor, de la impresionante percusión de Sohar Fresco y de los violines y el violonchelo de Solis String Quartet.
Dijo la cantante -en una de sus intervenciones, chuleta en mano- que la música del cuarteto napolitano "era como un soplo de aire fresco" que movía sus alas. Pues la comunión de este conjunto con el trío que en realidad es Noa -Gil y Sohar son "el espejo de su alma"- fue toda una evocación. Y gracias a los mágicos resultados que consiguieron "sólo a través de la amistad, el amor y la música", el espectáculo supo a sal, a azafrán, a canela, olió a azahar, a bajamar, a hierbabuena… en un recorrido que llevó del desierto del Yemen al Mediterráneo más occidental.
Y en todo esto tuvo mucho que ver la versatilidad de la cantante israelí. Los matices que pueden adoptar tanto su voz como su personalidad sobre el escenario pueden ser ilimitados. Sensual, inocente, exótica, pícara, racial… las mil caras de Noa se mostraron en las tablas del teatro Falla. A veces era maternal, a veces dura, a veces reivindicativa, a veces dulce. Y su voz, siempre franca, le acompañó en este recorrido por el tiempo, el espacio y, sobre todo, las raíces. Porque en ocasiones sonó antigua, ancestral; en ocasiones, dura, con matices de rock y blues; en ocasiones, dinámica, como lo mejor de la música napolitana. Y siempre fluyendo armoniosa, evocadora, pacificadora.
El recorrido comenzó en Italia, con las dos primeras piezas ejecutadas únicamente por el cuarteto napolitano. Y a continuación llegó Noa, quien abrió su recital con Mishaela. Después llegarían Wildflower o I don't know, tema en el que realizó una de sus primeras intervenciones a la percusión para demostrar que los ritmos de los que bebe les hace dominar también esta faceta. Porque la música le acompasa, le rodea y ella se deja llevar, por eso se mece en el escenario, por eso deja volar sus manos y por eso también le arranca ritmos a los timbales.
Now forget fue el preludio de Eye in the sky, en una magnífica versión que fue una de las canciones más aplaudidas por un público, entregado a este exótico recorrido. La primera de las canciones en español -un idioma con el que se atreve pero que no domina, por eso las intervenciones era leídas- llegó con Uno queriendo ser dos, a la que siguió Child of man, el tema que cerró la función principal, en la que también se intercalaron canciones nuevas e inéditas que han surgido de la suma de esfuerzos y sabiduría de estos siete artistas y que se plasmarán en un disco que se grabará una vez que acabe la gira.
Llega el primer bis, que abre una canción "de uno de los artistas más grandes" que ha conocido: Joan Manuel Serrat. Y la elegida fue Es caprichoso el azar. "Encuentro en la música napolitana mucho de mi alma", dijo la cantante israelí antes de atreverse con dos piezas de la música tradicional italiana que, de nuevo bordó sobre el escenario.
Y el broche de esta noche mágica fue una canción que es una muestra "del infatigable espíritu humano" que le hace sobrevivir en situaciones inverosímiles. Y es que el miércoles se celebraba en Israel el día "en el que se recuerda a todas las víctimas del holocausto". Así, el final redondo de este recorrido fue La vida es bella, la exquisita canción que forma parte de la maravillosa fábula que Benigni llevó a la gran pantalla.
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